De joven era tímida y me di cuenta de que la fotografía era una forma ideal de decirle a la gente lo que está pasando sin tener que hablar.
Cartier-Bresson no es un reloj
La imagen me cautivó desde el primer momento en que la vi. Es de esas fotografías que los ojos recorren con una combinación extraña de admiración, avidez y calma. Me parecía, y me parece, simple y maravillosamente perfecta: la situación y las poses de los diferentes sujetos, las sombras, los contrastes entre las luces y las sombras, las geometrías… Y la calma que transmite. Para mí es tan perfecta que casi duele, incluso parece escenificada. Pero no lo es. El momento es real, espontáneo, y la fotógrafa capaz de captarlo fue la belga Martine Franck, fallecida en 2012 a la edad de 74 años, con una larga trayectoria llena de grandes fotografías.
Su nombre y su obra, sin embargo, no son excesivamente conocidos, quizás porque no pocas veces se han referido a ella simplemente como «la mujer de Henri Cartier-Bresson«. Pero Martine ya era una fotógrafa consolidada…
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